‘No es un conflicto, es una ocupación militar’

No habrá paz mientras no se les reconozcan a los palestinos los mismos derechos humanos y políticos que a los judíos israelíes

Al escribir estas líneas mi corazón se estremece al pensar en las víctimas de esta barbarie, en sus familiares, y al asistir impotente al despliegue de esta crueldad despiadada. Más aún, lucho contra la rabia al constatar la ceguera y la negación de una de las partes y el apoyo incondicional de los medios y gobiernos occidentales, que se niegan a reconocer el sufrimiento de un pueblo bajo ocupación militar durante 75 años. No se puede ser neutro ni equidistante en este escenario. Esta es una guerra injusta y cruenta como todas las guerras, pero terriblemente desigual. También es una guerra de palabras, de imágenes, una batalla por el relato, en el que domina uno sobre otro. Pero no es una guerra de religión, ni entre dos pueblos.

Esta es una guerra injusta y cruenta como todas las guerras, pero terriblemente desigual

Antes de 1948, las tres religiones convivían en paz en Palestina. En 1947, Europa y Estados Unidos, culpables de complicidad o indiferencia –salvo notables excepciones– ante el genocidio nazi, impusieron un plan de partición de Palestina, que otorgaba más y mejores tie­rras a los colonos judíos europeos.­ Los palestinos rechazaron el plan. En 1948, el futuro ejército israelí expulsó por el terror a tres cuartas partes de la población palestina. Hoy sus descendientes refugiados son 7 millones. Así se creó el Estado de Israel y esa es la Nakba, la catástrofe en árabe, que continua hasta el día de hoy.

En lo que va de año, en Cisjordania, los colonos armados y el ejército han matado a 200 personas, de las cuales 40 son niños.

Israel ha ido comiéndose el territorio palestino, violando todas las resoluciones de la ONU. En lo que va de año, en Cisjordania, los colonos armados y el ejército han matado a 200 personas, de las cuales 40 son niños. Gaza, bajo un embargo ilegal desde hace 17 años, no disponía de agua potable de calidad, ni de un suministro fiable de electricidad, ni de las medicinas necesarias. Su economía, asfixiada. ¿Por qué? Porque su gobierno y sus habitantes no se someten al dictado israelí y resisten. Por eso se le castiga. Es un castigo colectivo, un crimen de guerra.

La deriva autoritaria de la derecha religiosa nacionalista produce miedo a aquellos que se piensan europeos y liberales, tanto, que el capital huye del país


Israel es un país divido. Hasta hace una semana, un sector de la población pedía salvar la independencia de la Corte Suprema, último baluarte de la democracia israelí, una democracia que excluye al 20% de la población, la palestina, que vive dentro de sus fronteras. La deriva autoritaria de la derecha religiosa nacionalista produce miedo a aquellos que se piensan europeos y liberales, tanto, que el capital huye del país. ¿Hay esperanza de que se resuelva el “conflicto”? No, mientras no se le reconozca a la población palestina los mismos derechos humanos y políticos que a los judíos israelíes. No, mien­tras la UE y Estados Unidos apoyen a una des las partes sin tener en cuenta a la otra. Sudáfrica es un ejemplo de lo que podría ser el mañana, un país arcoíris donde todas las personas tienen los mismos derechos y se reconoce su identidad y diversidad. La esperanza no debe morir.

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