No todo son leyendas

Cada semana sumamos una o dos mujeres asesinadas, por eso
colgamos un vestido rojo, para visibilizar a cada una de las víctimas

Cada vestit vermell recorda una víctima de la violència masclista
La Veu

Un día Medusa se levantó especialmente bella, eso dijo Poseidón, que alegó en su defensa que no pudo más que violarla sobre el mármol del templo de Atenea. Porque ¿cómo puede un dios resistirse a una muchacha tan hermosa?

Según la historia, la culpable fue la mujer, así que se la castigó con una nueva melena –víbora, que eres una víbora–, y se le plantó una mirada de esas que te convierten en piedra. La cosa fue a más porque Medusa se embarazó de Poseidón, que ya le vale a ésta, y Atenea mandó cortarle la cabeza.

Otro día, hace cuarenta años, cuentan que desapareció una muchacha indígena por el lago de Ontario, en Canadá. Dicen que la secuestraron para venderla a una red de prostitución. Después, se esfumó otra joven, otra apareció muerta y así se contaron hasta diez, cincuenta, quinientas, mil cien mujeres y niñas indígenas muertas. ¡Qué más da!, debió pensar alguien, porque la historia se alargó tres décadas y hasta se perdió la cuenta.

En 2010, una activista alzó un basta ya y creó una instalación artística para dar visibilidad a los asesinatos y las desapariciones. Le dió por colgar vestidos rojos en una universidad, entre los árboles, en la calle… ¿No tendría otra cosa que hacer la mujer? Se preguntó alguien. Pero hubo personas a las que se les removió la consciencia, porque entendieron que cada vestido vacío respondía a una ausencia. Y así, poco a poco, se dió voz a un genocidio hasta que fueron reconocidas las víctimas, encarcelaron a sus asesinos, se revisaron los protocolos, etcétera, naciendo así el movimiento Red Dress Day. Fíjate tú hasta dónde ha llegado la tontería de colgar un vestido rojo.

Un vestido rojo por cada una de vosotras, sí. Y mientras alguno aún piensa que si no tenemos otra cosa que hacer, en Montcada ya estamos escribiendo la historia de una gran reforma.

Siempre he pensado que las montcadensas y los montcadenses somos de una pasta especial, por tener muchas vías de tren, una cementera o habernos cerrado las urgencias médicas nocturnas. ¡Qué grandes protestas! Somos personas capaces de hacer bola y rodar bien lejos. Si en Montcada una se levanta y dice basta ya por una causa justa, otra se añade y, después, un señor se suma y las niñas del baile y mucha ciudad. Porque a muchos no nos van los cuentos y no queremos esconder genocidios debajo de la alfombra. Somos de tatuarnos una medusa bien grande, si hace falta en la pechera, y de alzar fuerte y clara la voz contra las violencias machistas, que vamos a una o dos mujeres asesinadas por semana en España.

Un vestido rojo por cada una de vosotras, sí. Y mientras alguno aún piensa que si no tenemos otra cosa que hacer, en Montcada ya estamos escribiendo la historia de una gran reforma.

Deixa un comentari